Durante los días siguientes a su grato encuentro, Marie y Dante coincidieron a primera hora de la mañana en el ascensor del edificio vestidos con ropa deportiva y preparados para activar sus cuerpos y sus mentes con una agradable carera. Dante le indicó a Marie que solía dirigirse al Tiergarten por la belleza del lugar y el placer de saludar el día trotando por sus paseos y senderos.
Ante las dudas -teñidas de un sutil, casi imperceptible, tono machista- que Dante le transmitió a Marie sobre su capacidad atlética para soportar el ritmo de carrera de Dante; ella respondió con un desafiante “veremos quien queda atrás”; expresión que desató una carrera veloz, casi desesperada, de Marie que Dante tuvo que seguir de inmediato para no perder, entre las calles que conducían de Charlottenburg a Tiergarten, el rastro de su veloz vecina.
La experiencia se repitió en los días siguientes convirtiéndose para ambos en una agradable costumbre. Así se sucedieron los días hasta que, una mañana, Dante le aviso a Marie que no le podría acompañar en su grata carrera matinal porque tenía una reunión con el Sr. Smith consejero delegado de la multinacional farmacéutica Biotech, en la que se disponía a iniciar las prácticas incluidas en el programa de la beca postdoctoral que cursaba para avanzar en la elaboración de su tesis doctoral sobre patentes farmacéuticas, en concreto, de vacunas antivíricas.
Así que Marie salió a correr en solitario y sola alcanzo los senderos del Tiergarten cuando, de pronto, comenzó a nevar copiosamente, por lo que decidió anticipar su regreso a casa. Y lo hizo por un sendero distinto del que habitualmente recorría con Dante hasta que, en un determinado momento, se perdió y hubo de preguntar por el camino de salida a dos hombres que parecían apresurarse también a salir del Tiergarten en dirección contraria. La prisa con la que los dos hombres le indicaron educadamente a Marie el camino de salida no impidió que ella se fijase en su aspecto un tanto extraño empezando por su fuerte complexión embutida en trajes y abrigos oscuros. Además, llamó particularmente su atención el mechón de pelo blanco de uno de ellos.
Tras despedirse de aquellos dos hombres de apariencia y aspecto sorprendente, cuando no misterioso, y retomar el sendero de salida, cuando cruzaba una de las plazas que circundan la salida del Parque, Marie observó apoyado en la fuente que la dominaba el cuerpo de un hombre de mediana edad. Al acercarse, pudo comprobar que se trataba de un cadáver, rígido ya por el tiempo transcurrido desde el óbito y por el frio reinante.
El hallazgo macabro le hizo salir despavorida del Tiergarten y, una vez fuera y cuando de sintió segura en la avenida majestuosa que rodeaba el parque, llamó con su móvil al número de emergencias de la policía. Esta se presentó con la rapidez propia de la eficacia germánica y le pidió a Marie que le acompañara hasta la fuente en la que permanecía recostado el cadáver. Una vez allí, la policía procedió a tomar los datos de Marie y le dejo marchar de vuelta a su casa.
Cuando Marie entraba en el portal del edificio de apartamentos que habitaba se encontró con Dante. Ante su extrañeza por verle de regreso tan pronto, este le explicó que su cita con el Sr. Smith, el consejero delegado de la multinacional farmacéutica en la que se disponía a iniciar las prácticas, se había anulado sorpresivamente. Por su parte, Marie le relato el incidente terrorífico que le había acaecido en el Tiergarten y así se despidieron.
Mientras se vestía, tras tomar una ducha, Marie tenía por costumbre ver las noticias de la cadena de televisión local que, como era previsible, daba cuenta del hallazgo en el Tiergarten del cadáver de un hombre que había sido identificado como el Sr. Smith, consejero delegado de la multinacional farmacéutica Biotech, en la que se Dante disponía a iniciar sus prácticas. Lo que llevó a Marie a llamar de inmediato al teléfono móvil de Dante para darle la noticia de que ya sabía la razón poderosísima por la que el consejero delegado de la multinacional farmacéutica no había acudido a la cita