Estudiantes pacíficos: Las Luchadoras y los Lucharores por el Diálogo Pacífico Infinito (LUDIPI)
Esta es una historia poco común porque trata de gestas heróricas que, como tales, son infrecuentes y asombrosas. Comencemos por describir a nuestra primera heroína (no confundir con la sustancia psicotrópica) de nombre GERMINAL, así llamada por sus padres progresistas en recuerdo y homenaje a la Revolución Francesa. Era una adolescente luchadora progresista que, gracias a su mucha dedicación apasionada, alcanzo el muy deseado puesto de lideresa del Colectivo de Jóvenas y Jóvenes Luchadoras y Luchadores por el Diálogo Pacífico Infinito (LUDIPI), una facción desgajada de la Juventudes del Partido por la Identidad Absoluta (el PIA) al que, por su tibieza en defender la identidad nacional, acusaron de no dar cabida a su ideario que, por cierto, era bastante sencillo y contundente: “quien no haya nacido en Genomia y no hable perfectamente en genomiés es inferior, por lo que podrá vivir en Genomia –como ciudadano clase B- mientras se amolde a nuestra identidad«.
Pues bién, el Colectivo LUDIPI gozaba de una subvención de la Concejalía de Paz, Verdad, Reconciliación y Amor de su Ayuntamiento, regido por Dada Acolu, para desarrollar el Plan de Renovación Traumática Progresista del Mobiliario Urbano (PETRAPROMU) que consistía, básicamente, en salir a manifestarse por el Diálogo Pacífico Infinito (DIPI), desde el jueves por la noche hasta el domingo de todos los fines de semana del año, cortando calles, destrozando comercios, agrediendo a las desafectas y los desafectos y haciendo otro tipo de simpáticas actividades lúdicas entre las que destacaba la quema de mobiliario urbano que tenía que ser reparado o retirado y restituido, con lo que la ciudad se renovaba cada fin de semana a través del Plan de Renovación Traumática Progresista del Mobiliario Urbano (PETRAPROMU). Y todo ello ante la atenta mirada de contingentes de fuerzas de seguridad que, por cómo iban pertrechados, parecieran ir a un conflicto bélico; pero cuyos mandos democráticos y progresistas les ordenaban limitarse a mirar el espectáculo y evitar cualquier actuación que pudiera incomodar a la alegre muchachada.
Un buen día, en pleno fragor de una acción de lucha –no olvidemos- por el Diálogo Pacífico Infinito (DIPI), nuestro amigo Bonifacio tuve la mala suerte de cruzarse con GERMINAL y sus alegres amigas y amigos y advertirle, con toda su buena fé, viéndola dirigirse a un jardín: “¡ten cuidado con el seto!”, cin la mala fortuna de que, entre que GERMINAL tenia desde pequeña problemas de audición por explosionar con frecuencia petardos progresistas y no entendía bien nada que no fuera dicho en perfecto genomiés (idioma que Bonifacio no hablaba por ser ciudadano clase B), entendió: “¡te lanzo un reto!”. Ni que decir tiene que la afrenta no quedo inadvertida para las Luchadoras y Luchadores por el Diálogo Pacífico Infinito (LUDIPI) que, de inmediato y con gran pesar de corazón, apalearon de manersa inmisericorde al pobre Bonifacio quien acabo en el Hospital San Marcial el Misericordioso que, al estar subvencionado por el PIA, era de ideología identitaria, por lo que sus médicas y médicos cumplieron el juramento hipocrático con Bonifacio de bastante mala gana.
Rectores valerosos: La Congregación de Rectoras y Rectores valerosas y valerosos (CORVA)
Como el ejercicio de los derechos democráticos de las Luchadoras y Luchadores por el Diálogo Pacífico Infinito (LUDIPI) se hizo crónico y el Plan de Renovación Traumática Progresista del Mobiliario Urbano (PETRAPROMU) se desarrollaba semana tras semana; las jóvenas y jóvenes que, en su mayoría, eran estudiantes universitarios comenzaron a senir la pesada e injusta carga de tener que acudir a las clases y, al avanzar los trimestres y cursos, incluso realizar exámenes. Lo que provocó en su delicado espíritu un problema de concienca obrera (¿?) porque así se sentían: trabajadores por la libertad.
Para solventar tan desagradable situación, GERMINAL convocó una asamblea de las Luchadoras y Luchadores por el Diálogo Pacífico Infinito (LUDIPI) que nombró a una comisión para dialogar con la Rectora Magnífica de la Universidad Central de Genomia, SABRINA –presidenta de la Congregación de Rectoras y Rectores valerosas y valerosos (CORVA) a la que algún enemigo malintencionado identificaba por su acrónimo extendido CORREVAVA- al objeto de alcanzar una solución democrática y progresista al conflicto.
Y la solución consistió en rescatar una figura clásica en la historia de Genomia que era el “examen patriótico” que se desarollaba en dos fases: la pimera consistía en la acreditación de la actividad de lucha urbana por la libertad y la segunda en un ejercicio escrito que recordaba el método del absurdo porque consistía de identificar determinadas manchas y dibujos con nombres sin sentido, dadaístas, tales como RRATO, SAM, LUJOP y otro semejantes. Ni que decir tiene que el sistema fue un éxito que solo se pudo apreciar cuando, después de varios años, algún joven progresista que obtuvo el ítulo de neurólogo mediante un “examen patriótico”, realizó una resonancia magnética con un aparato de lavativas intestinales lo que permitió probar definitivamente donde estaba situado el denominado “segundo cerebro humano” que es el intestino.