“Pero hay algo aún más grave, como la maldad se impone y prospera, la virtud no solo carece de cualquier recompensa sino que se ve pisoteada por los villanos y condenada como si fuera un crimen”
… pero existe la esperanza ya que …
“Los buenos siempre son poderosos y los malos despreciables y débiles, que los vicios no quedan impunes ni las virtudes sin recompensa, que los buenos siempre consiguen la felicidad y los malos el infortunio”
“A los reyes orgullosos de mirada torva y furia apenas contenida que ves adornados de púrpura en sus tronos y rodeados de armas terribles, basta quitarles los adornos de su vanidad para descubrir las pesadas cadenas que llevan: La codicia les envenena el corazón, la ira azota su mente y la melancolía fatiga su ánimo. Varios tiranos sojuzgan a un solo hombre. Así dominan las pasiones al opresor”
Boecio
Consuelo de la filosofía
Libro Cuarto
Prólogo sobre el propósito de la serie de entradas que iniciamos
Vuelvo a este blog que lleva mi nombre y un día fue mi casa de papel para dar comienzo a una serie de entradas que –al modo clásico de los fascículos periódicos que practicaron Victor Hugo o Charles Dickens- dibujen un relato que pueda servir de entretenimiento en este periodo anormal y en muchos sentidos dramático del coronavirus. Si logro entretener a mis fieles lectoras y lectores amigos y, de paso entretener a quien esto suscribe, el propósito habrá alcanzado su finalidad.
En el relato que iremos dibujando rescataremos del olvido a algunos de los personajes que han desfilado por las páginas de este blog y que nos resultan especialmente queridos, como el inefable y cambiante Bonifacio; Sor Dulzura, la monjita acusada de integrista por deslizar en la bandeja de comida del indigente Vladimiro una estampita de la patrona de su congregación, “Santa Leocadia del alimento imperecedero”; el líder Genius, alias Doctoriraptor; y otros tantos. Todos ellos se moverán en su patria común, Genomia.
No es preciso reiterar lo evidente: este relato periódico lo realizo con el permiso de quienes se han convertido en mis dueñas y señoras, las lideresas progresistas, Claudia Serena y Euta Nasia y anuncio “urbi et orbe” que, bajo su imperio, me he convertido a la fe de la dialogolatria. Soy, por lo tanto, un dialogólatra de primera generación y, por lo tanto, estoy dispuesto a conversar interminablemente sobre cualquier asunto ejercitando el pensamiento líquido o viscoso -también llamado el pensamiento ameba, inventado por el asesor multiuso de Genius, Ivanus Cuadratus- sin más condiciones de que se respete el pensamiento progresista y políticamente correcto. Y, con su licencia, me atrevo a escribir de nuevo en este blog, tras manifestar, una vez más y públicamente mi arrepentimiento y culpa por ser varón lo que me convierte, automáticamente, sin intervención de mi voluntad, a los ojos de las lideresas progresistas, en un macho machista que no es redundancia sino consecuencia necesaria.
El punto de partida: Una reflexión paradójica
Dicho lo anterior y como expiación –siempre parcial- de mis pecados de machismo, quiero compartir con ustedas amablas lectoras e incluso con ustedos amablos lectoros (confío en que la Policía del pensamiento correcto e inclusivo del Ministerio de salud física y mental y asimetría ponderada de sexos cambiantes de Genomia esté tomando buena nota de estos esfuerzos agónicos que hago para llevar al extremo del virtuosismo artístico el lenguaje inclusivo) una reflexión que, en forma de paradoja, me ha asaltado en fechas recientes.
En mi inocencia, siempre confié en el principio de proporcionalidad entre los delitos y las penas que ya el sabio Beccaria enunció en su célebre tratado “De los delitos y las penas”. Pues bien, mis sólidas –aunque sencillas o por eso mismo- convicciones se han puesto en solfa cuando he comprobado, en fechas recientes, el contraste entre las penas que la Fiscalía de Genomia pedía por la comisión de varios delitos contra la Hacienda Pública y las que solicitaba por algún que otro delito de asesinato que, por su propia naturaleza, tiende e no repetirse, cuando menos, respecto de la víctima. Y la única explicación a tamaña desproporción entre los bienes protegidos y las penas solicitadas la encontré en el famoso Tratado de Bonifacio de Genomia “El trinque” donde explica de forma pormenorizada cómo la avidez de la clase política por extraer recursos de los patrimonios de las modestas ciudadanas y de los modestos ciudadanos explica esa paradoja aparente.
Continuará …