Mas allá del arco iris. Capítulo 2. Muerte en Montefioralle

A los pocos días de su regreso a Milán, Francesco Capreli modificó drásticamente su agenda para encontrar un hueco que le permitiera hacer el prometido viaje a Senlin, en busca de las repuestas pendientes sobre la causa y manera en que había fallecido su hermana Giulia. Para ello, junto a los complejos preparativos de un viaje tan largo, con los consabidos visados de su pasaporte; contactó con el Doctor Shaoran en el teléfono que había reflejado en la nota manuscrita de Giulia que encontró entre las hojas de su pasaporte. Concertó una entrevista con el Doctor Shaoran, quien dió muestras, durante la conversación, de esa extraña mezcla entre la amabilidad proverbial de Oriente y el hermetismo impenetrable de lo que reposaba en su mente.

Por su parte, tras la despedida a Giulia Capreli en Florencia, el Doctor Stefano Costi regreso a Verona, en cuya escuela de biotecnología molecular impartía docencia y donde había conocido a Giulia. El viaje de regreso fue una revisión un tanto obsesiva de los correos y los informes que le había remitido su amiga desde Senlin, con un trasfondo de sentimiento de culpa por no haber podido hacer más por salvarla.

Stefano Costi era un profesor universitario maduro nacido en un pueblo de la Toscana, Montefioralle, ubicado en el Valle de Greve que se extiende en el mar de vides de las lomas toscanas, de donde sale el famoso vino chianti, en el camino que lleva desde Florencia a Siena. El carácter despierto que mostró desde su infancia hizo que su padre le enviara a estudiar a casa de su tío Giusseppe en Verona donde alcanzó, con éxito, el grado en biología para ingresar, después, como profesor de la escuela de biotecnología molecular que ahora dirigía. De carácter un tanto reservado, era adicto a la práctica del yoga y, desde su juventud, tenía como norma de conducta la que había leído en la obra “Siddharta” de Herman Hesse: “Pensar, esperar y ayunar”.  Cuya aplicación le había conducido a una situación de digna austeridad.

A su regreso del viaje a Senlin, donde fue a recoger las cenizas de Giulia Capreli, el Doctor Costi notó una ligera tos y una cierta febrícula durante unos días, síntomas que atribuyó a los cambios propios de temperatura que conlleva un largo viaje, con esperas en aeropuertos a veces interminables y, en ocasiones, cambios propios de procesos de liofilización.

Dado que llevaba una larga temporada sin visitar a sus padres, aprovecho unas vacaciones docentes para regresar unos días a Montefioralle. Estando allí, recibió una llamada inquietante de Francesco Capreli desde Senlin en la que le narraba los controles de temperatura establecidos en el aeropuerto y el uso generalizado de mascarillas por parte de la población que, si bien era cierto que desde hace ya muchos años solían utilizarlas para prevenir los efectos nocivos de la contaminación axfisiante en la que habitaban; le pareció un uso excesivo que parecía destinado, más bien, a evitar contagios víricos. La conversación produjo en el Doctor Costi dos efectos: Por un lado, la imperiosa necesidad de volver a Verona para investigar que estaba sucediendo en aquella parte del mundo y, por otro, la conciencia de que podía haber contraído el DIVOC 666 y, por ello, debía abandonar la casa natal para prevenir el contagio de sus padres quienes, por su edad y circunstancias, pertenecían al grupo de alto riesgo. Esta inquietud se vio trágicamente confirmada cuando, a los 15 días, recibió la trágica noticia de que su madre, durante la tarde del día anterior, experimento un súbito ascenso de la fiebre debida a una neumonía bilateral que, a lo largo de esa misma noche, degeneró en una sepsis que le condujo a un fallo multiorgánico que le causo, finalmente, la muerte.

Los remordimientos que la noticia le produjo a Stefano Costi al saberse seguro foco infeccioso del DIVOC 666 que acabó con la vida de su madre sumó un motivo más para incentivar sus investigaciones acerca del misterioso virus asesino. A lo anterior se unió la profunda desolación que le produjo no haber llegado a tiempo de acompañarla ni poder celebrar un funeral ni un entierro digno por las precauciones sanitarias que se comenzaban a adoptar en Italia.

CONTINUARÁ …