Francesco Capreli salió de la cena con el Doctor Shaoran en el Faculty Club de Harvard convencido de que su hermana Giulia había acudido a la Universidad de Senlin sin ser consciente de la auténtica finalidad de las oscuras investigaciones que allí se realizaban para crear un virus particularmente contagioso dentro de un programa de guerra bacteriológica y de que esa ignorancia le costó la vida. A esa convicción se unió la sospecha vehemente de que el Doctor Shaoran estaba directamente implicado en aquellas turbias investigaciones que se iniciaban o prolongaban –aun no lo podía precisar- en los Estados Unidos y, particularmente, en el entorno de la Universidad de Harvard.
Las sospechas anteriores se vieron confirmadas e incrementadas con un elemento adicional de tecnología informática cuando, al regresar a su hotel, leyó en un medio de comunicación digital la siguiente noticia: “Estados Unidos acusa a cuatro militares chinos por hackeo de Equifax. El fiscal general de EEUU, William Barr, dice que los hackers militares chinos serían responsables de las ‘acciones criminales’ que resultaron en el hackeo de información personal de millones de estadounidenses. El fiscal general de Estados Unidos, William Barr, anunció el lunes acusaciones contra cuatro miembros del Ejército chino que presuntamente robaron datos de clientes de la agencia de crédito Equifax. Equifax Inc., que posee datos de alrededor de 820 millones de consumidores individuales, así como 91 millones de empresas, es una de las tres mayores agencias de informes de crédito de consumo en Estados Unidos, junto con Experian y TransUnion. La acusación de nueve cargos del Departamento de Justicia de Estados Unidos se produce después de que funcionarios estadounidenses acusaron a cuatro miembros del Ejército Popular de Liberación de China (EPL), Wu Zhiyong, Wang Qian, Xu Ke y Liu Le, de robar la información personal de casi 147 millones de estadounidenses al piratear Equifax en 2017” (Vakkas Doğantekin Voz de América.11.02.2020).
A los pocos días de la desafortunada e inquietante cena de Francesco con el Doctor Shaoran, el Doctor Clark regresó de su viaje y, gracias a la intermediación de la antigua compañera de su hermana Giulia, Keira Miller; Francesco concertó con él una entrevista un tanto peculiar porque el Doctor Clark le sugirió que la celebraran en el Museo de Bellas Artes de Boston ya que estaba cerca del Departamento de Epidemiología, Inmunología y Enfermedades Infecciosas que dirigía en la Escuela de Salud Pública de Harvard en Boston. De tal modo que, a las 17 horas del día siguiente, ambos se encontraron en la explanada que antecede a la espectacular entrada del Fine Arts. Una vez dentro del edificio, el Doctor Clark informó a Francesco de que la verdadera razón de celebrar su reunión paseando por las salas del Museo no se debía a su proximidad al Departamento que dirigía (que era cierta) ni a su amor a las obras artísticas que allí se exhibían (que también lo tenía), sino a medidas de seguridad y autoprotección porque, desde hacía varios meses, se sentía observado por personajes orientales y occidentales de apariencia poco tranquilizadora.
A lo anterior añadió que relacionaba estos seguimientos sospechosos con determinados hallazgos en torno a las turbias investigaciones virológicas del Doctor Shaoran en la génesis del DIVOC 666. Y todo ello coincidía en el tiempo con la lucha que había comenzado entre empresas farmacéuticas públicas y privadas de una y otra parte del Mundo por el hallazgo y la consiguiente patente de una vacuna contra el virus asesino que ya estaba causando una pandemia mundial que comenzaba a diezmar la población de Nueva York.
Tras tomarse un café en la zona de descanso del espectacular atrio del Museo y según se dirigían ambos hacia la salida, el Doctor Clark recomendó a Francesco que, para avanzar en sus pesquisas sobre la muerte de su hermana, se pusiera en contacto con el FBI porque la Agencia estaba desarrollando investigaciones sobre del Doctor Shaoran, ya que tenían sospechas fundadas sobre su vinculación con algún laboratorio clandestino para facilitarle los resultados de las investigaciones de Harvard y el MIT en la materia.
Según regresaba a su hotel, Francesco reflexionaba, en general, sobre la evidencia de que los inmensos beneficios económicos que el hallazgo de una vacuna contra el DIVOC 666 reportaría a su descubridor y a la empresa farmacéutica que la patentara y su importancia para el dominio geoestratégico del poder mundial eran incentivos más que suficientes para que mucha gente, en todo el Orbe, estuviera dispuesta a matar y a morir por ella.
CONTINUARÁ …