SEMANARIO SATÍRICO DE GENOMIA (SSG): NUEVOS DIÁLOGOS ASOMBROSOS Y AMABLES CON LOS DIFUNTOS SOBRE LA MENTIRA (AHORA LLAMADA “POSTVERDAD”) Y SU PARIENTE CERCANA, LA CALUMNIA

Contemplo, demorando los tiempos, como el sol se oculta tras el horizonte embozado en las montañas y pienso (aclaro que no es alimento animal), desde mi terraza en la mentira y tengo la fortuna sorprendente de que, al igual que acaeció el pasado 9 de agosto con mis reflexiones sobre la muerte, los Hados me visiten de nuevo compadecidos, en esta ocasión, por mi incierto destino ante el inminente inicio del nuevo curso en el que tendremos que soportar de nuevo a los centenares de imbéciles, tontópatas (tontos psicópatas), bobocistas (bobos narcisistas)  e infames de toda ralea que rigen nuestras vidas y haciendas y, en lo que a nosotros respecta, nuestro sistema educativo y universitario en particular. Afortunádadamente, también en esta ocasión, los Hados vienen acompañados por un grupo de sabios que me susurran una serie de sentencias sobre la mentira y sobre la calumnia que, de nuevo, me inquietan y quiero compartir con los lectores de este SSG. Son tantas y tan variadas que me parece didáctico agruparlas por categorías.

SOBRE LA MENTIRA

Ética de la mentira

Anticipo que infiero de las máximas susurradas por los sabios que, en contra de lo que pudiera parecer a primera vista, existe una ética inconsciente -porque en el fondo los mentirosos son tontópatas)- del mentiroso o mentirosa que es un trasunto del imperativo categórico kantiano o mandato evangélico y dice: “Miente a tus semejantes como te gustaría que ellos te mintieran a ti”. Y esta máxima explica la convivencia pacífica en nuestras sociedades civilizadas en una suerte de cadenas de embustes calumnias e hipocresías.

Estética de la mentira

También existe una estética de la mentira -en este caso, plenamente consciente del mentiroso- como demuestran día a día las públicas comparecencias de nuestros amados líderes. Es más especialmente los tontopatas y bobocistas que reúnen en sus augustas personas a un narcibobo o a una narciboba (mezcla de narcisista y bobo o boba) que se asombra constantemente de la belleza de su imagen reflejada en los espejos sin caer en la cuenta de que son retratos de Dorian Grey simultáneos que traslucen su estupidez de manera instantánea sin necesidad de aguardar que el paso del tiempo saque a la luz su decrepitud moral.

Técnica de la mentira

Y, pasado a los aspectos estrictamente técnicos del arte de mentir, recibimos la visita de Félix Lope de Vega que nos dice: “Que no hay tan diestra mentira que no se venga a saber”. A lo cual le respondemos respetuosamente haciéndole ver que quizás peca de un exceso de optimismo antropológico tan grande que parece una versión del “Himno a la alegría” porque la vida nos ofrece ejemplos sobrados de que hay mentiras -incluso groseras- que no se vienen nunca a saber.

Por ello, nos parece mucho más realista la máxima que nos suelta Prosper Merimee cuando nos dice: “Toda mentira de importancia necesita un detalle circunstancial para ser creída” en lo que resulta una contribución señalada al arte de mentir.

También se muestra acertado Mark Twain en su contribución al arte de mentir cuando nos aconseja: “Conoce primero los hechos y, luego, distorsiónalos cuanto quieras”. Porque constatamos, por ejemplo, en la jurisprudencia que, con cierta frecuencia, un buen conocimiento de los hechos facilita su distorsión mendaz. Es más, nos parece que se trata de un blasón de cierta clase de abogacía.

Psicología de la mentira

En este punto, comparece el viejo filósofo griego Anaxágoras que me susurra su máxima clásica: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos, la culpa es mía”. Y de nuevo me veo obligado a discrepar respetosamente del sabio porque constato que Genomia, país donde habito, es una tierra de culpables; vista la contumacia de sus habitantes por dejarse engañar una y otra vez por los políticos que rigen nuestras vidas y haciendas.

Llega después Esquilo para decir: “La mayor parte de los hombres, falseando la verdad, prefieren parecer que ser” en una regla universal pero de nuevo machista porque es evidente que también la mayor parte de las mujeres, falseando la verdad, prefieren parecer que ser; sin entrar en el espinoso y no investigando tema de la importancia relativa o preponderancia de la regla en cada sexo o en otros híbridos estables o mutantes.

Después, el patrón de este blog, Don Francisco de Quevedo hace una aportación decisiva a la fisionomía de la falacia cuando nos dice: “Las mentiras del corazón comienzan desde la cara”. Aunque de nuevo le discuto la inexactitud de su sentencia porque es manifiesto que existen corazones mentirosos dotados de caras de cemento armado que no traslucen la doblez de sus pensamientos e intenciones.

Y abunda en el terreno de la psicología de la mentira Ludwig Wittgenstein cuando nos previene contra la mentira reflexiva al advertirnos que “nada es tan difícil como no engañarse”. Y mi discrepancia empieza a ser contumaz cuando le hago saber mi discrepancia porque la vida me ha mostrado maestros en el arte del anto-engaño inclusive con capacidad transitiva, lo que provoca una reacción colérica del filósofo austro-británico, muy propia de su conocido -mal- carácter.

Sociología de la mentira

Desde la antigüedad me sigue visitando Aristóteles para decirme: “El castigo del embustero es no ser creído aun cuando diga la verdad”. Y creo que esta frase pudiera servir de frontispicio de una serie televisiva que llevara por título “Crimen y castigo”.

También nos interesa lo que nos dice Francois de Rochefoucauld: “Lo mejor para ser engañado es considerarse más listo que los demás”, porque en este caso, además, nos alegra la vida al verificar su exactitud en una versión, también en este caso, de un “Crimen y castigo”.

Avanzando en el tiempo comparece Otto von Bismark para soltarme de sopetón: “Nunca se miente más que después de una cacería, durante una guerra y antes de las elecciones”. Y me veo de nuevo obligado a contradecir al estadista alemán por la insuficiencia manifiesta de su máxima cuando constato que es una certeza insuficiente viendo cómo se miente durante una reciente guerra y después de ella y antes, durante y después de unas elecciones. Y, dado que se trata de un político y, además, germano (lo que le otorga una cierta vitola de seriedad y rigor), me animo a debatir amablemente con él mostrándole, por mi parte, que la mentira es tan generalizada y persistente en el Orbe que podríamos calificarla de la Diosa que mueve el mundo. Para ello, le puse ejemplos actuales que él no pudo conocer. Es mentira grosera la explicación del origen de como resultado de la cobardía acomodaticia de los países occidentales y su desinterés real por la población afgana, especialmente femenina (que también). Mientras los medios de comunicación occidentales se esfuerzan en mostrarnos una operación cursi de lavado de imagen de los políticos cobardes recibiendo a los poquísimos afganos que han escapado de un infierno seguro en el que los derecho humanos básicos pertenecererán l genero de literatura fantástica. Con imágenes que parecen sacadas de un conocido anuncio navideño de turrón del tipo: «Vuelve a casa vuelve que se esperamos». Cuando, en realidad si vemos la luna que esta tras el dedo engañoso de los medios de comunicación , contemplamos que la Guerra infamante de Afganistán es un instrumento más del nuevo equilibrio geoestrategico que están implantando Rusia y sobre todo China para establecer pasillos de influencia y lograr la preeminencia en el comercio mundial de las materias primas imprescindibles para construir semiconductores, amén del beneficioso tráfico de opiáceos con la doble ventaja del redito económico y del dadño a una juventud occidental habituada a la molicie.

Seguidamente, doy un paso más para encontrarme con Pío Batoja que me dice: “A una colectividad de la engaña siempre mejor que a un hombre”. Y mi espíritu progresista me advierte sobre esta verdad que, en estos tiempos, puede ser tachada de machista cuando, conociendo a Don Pio, es claro que quería ser omnicomprensivo y decir que “A una colectividad de la engaña siempre mejor que a una mujer”. Lo cual, bien pensado, no evitaría su tránsito por la Santa Inquisición del Género garantizando su segura condena.

A continuación apareció en escena Santiago Rusiñol para afirmar: ”De todas las formas de engañar a los demás, la pose de seriedad es la que hace más estragos”. Máxima que nos deja un poso agridulce cuando comprobamos lo cierta que es a la vista de todos los tontos solemnes, tontópatas y bobocistas que, desgraciadamente,  rigen nuestra vida. Es más, nos perece que es asignatura troncal obligatoria en algun master de «influencer» o «coaching» que imparte -con gran éxito de crítica y público- ua prestigiosa Universidad pública (¿? ¡!) de Maracas.

Pero ninguna máxima mejor para poner punto final a este apartado de la entrada que la que me susurra Benjamin Jarnes: “Hay ocasiones en que cuantos nos rodean no merecen sino un poco de comedia. Seamos entonces un poco farsantes”. Atentamente dedicado a mis lectoras y lectores.

SOBRE LA CALUMNIA

Como parece que los Hados, en su labor evangélica de apoyo y consuelo al perplejo -que soy yo- no quedaron satisfechos con las muchas y variadas máximas que el grupo de sabios me susurraron sobre la mentira, organizaron a continuación una visita guiada a mis modestas estancias de otro grupo de sabios para “completar la faena” (con perdón por la alusión taurina) previéndome sobre su pariente cercana, la calumnia.

Y la cofradía la encabezaba Francis Bacon que, en una aproximación utilitaria al fenómeno, me animó a practicarlo diciéndome: “Calumniad con audacia, siempre quedará algo”. Principio básico de la calumnia sociológica que practican con reiteración y virtuosismo los medios de comunicación modernos.

Interesante fue también el enfoque de la calumnia financiera que me aportó la Condesa Diane al decirme: “La calumnia es como la moneda falsa, muchos que en manera alguna la habrían acuñado la nacen circular sin escrúpulos”. Verdadero canto a la hipocresía social que esta en la base misma de tantas instituciones económicas.

Y también me fue muy útil para comprender a los calumniadores profesionales la máxima de Francois Mauriac quien me advirtió que “la calumnia siempre es sencilla y verosímil y en esto se diferencia muchas veces de la verdad” que debía figurar en el frontispicio de todo manual sobre la técnica de la calumnia.

En parecido sentido, el mismo Napoleón me susurro una máxima que merecía formas parte del arte culinario impreciso de la calumnia cuando me dijo: “El mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite, siempre deja huella”. Sentencia que, siendo ocurrente, nos parece que no es siempre exacta porque conocemos muchos casos en los que el mal de la calumnia, a diferencia de la mancha de aceite, no ha dejado huella de su autoría. Conociendo el carácter del personaje, no osamos mostrar nuestras reservas en este ocasión.

Otra máxima poética bienintencionada sobre la calumnia me llegó de la mano -como no podía ser de otro modo- de Rabindranath Tagore cuando me susurró: “La calumnia se muere de cansancio bailando en la punta de las lenguas. No hieras el corazón que coge fuerzas”. Hermosa sentencia pero de difícil comprensión porque no alcanzamos a entender el que medida la lesión cardiaca potencial tiene relación de causalidad directa con la calumnia y nos parece inexacta porque hemos comprobado en muchas ocasiones como la calumnia no sólo no se muere de cansancio, sino que, por el contrario, hace acrobacias  bailando en la punta de muchas lenguas infinitamente resilientes.

Pero también no parece que debemos de dejar un buen sabor en la boca del lector con la frase que me susurró, a altas horas de la madrugada, George Washington diciéndome: ”Perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia”. Y, además, me sirve de escudo frente a los calumniadores de este modesto y bienintencionado Semanario Satírico de Genomia (SSG).