Un Nuevo Orden Mundial (NOM) (4)

El panóptico

Y, por fin, llegó el día en el que la Doctora Capreli debió incorporarse a su nuevo trabajo en el Departamento de epidemiología y biotecnología molecular de la universidad pública de Senlin que dirigía el Doctor Shaoran,

A las 7 en punto de la mañana, estaba esperándole en la puerta de su casa el chofer, Sr. Zhang  quien, mostrando como siempre una exquisita amabilidad inquietante, le condujo por las infinitas avenidas de Hú, al campus y, dentro de él, al panóptico, el asombroso edificio que albergaba el Departamento y que distribuía su enorme superficie transparente en forma de cuatro cuadrantes concéntricos –numerados del 1 al 4- que convergían en un espacio central circular, el espacio 0, separado de los cuatro sectores periféricos por cristales de máxima seguridad y al que únicamente se podía acceder dando instrucciones a los robots que allí atendían a los pacientes. Esta especial disposición hacía que el edificio fuera conocido popularmente como el Qi Si (el queso).

Tras recuperarse del asombro inicial ante semejante portento de edificio, la Doctora Capreli, escoltada por el Doctor Shaoran, se dirigió a la entrada principal, cuya puerta estaba dotada de un sistema de sensores inteligentes de calor que franqueaban el acceso a un espacio de control. En él, un único agente de seguridad verificaba la identidad de la persona que accedía gracias a una tarjeta personal e intransferible que le permitía moverse por el cuadrante asignado y los espacios comunes de los servicios y la cafetería.

En el caso de la Doctora Capreli, su tarjeta de identidad le permitía acceder a la sección 2 a la que fue amablemente conducida por el Doctor Shaoran, quién le presento a quienes serían sus ayudantes, dos jóvenes investigadores que respondían a los nombres de Doctora Ouyang y el Doctor Situ, ambos tan exquisitamente amables como hieráticos y silenciosos.

El Doctor Shaoran le indicó que su trabajo inicial se centraría en el análisis del comportamiento del virus de la gripe común en las diferentes regiones del país manejando una serie de algoritmos que, sobre la base de diferentes factores concurrentes en cada zona (la edad media de la población y su distribución porcentual por grupos de edad, la temperatura media anual y el porcentaje de humedad, la zoología común y endémica, etc.) facilitaban modelos de comportamiento, afectación, mortalidad, etc. del virus.

Al ocupar su puesto de trabajo en la sección del 2 del panóptico, la Doctora Capreli quedó admirada del sistema de acceso remoto a la zona 0 central en la que permanecían 100 pacientes atendidos por robots las 24 horas del día. Cuando preguntó a sus ayudantes sobre la procedencia y la atención robótica al grupo de pacientes, le informaron que se trataba de 100 personas que se prestaban voluntariamente a diferentes pruebas que les hacían los diversos departamentos que confluían en la zona 0.

Eran individuos estaban clasificados por el sistema de “rating” humano en la categoría D, de ciudadanos pésimos. Además de percibir una modesta suma de dinero, estaban interesados en ser reclasificados en la categoría C, de ciudadanos malos, e incluso en las categorías superiores, en premio al riesgo para su salud que estuvieran dispuestos a asumir durante las pruebas a las que se sometían por el bien de la comunidad.

Ni que decir tiene que este incentivo a la asunción de riesgos para su salud en función de la peligrosidad del experimento en cuestión (esto es, cuanto más peligroso era el experimento en cuestión, mayor probabilidad de ascenso de categoría) conducía, de forma natural, a que los ciudadanos pésimos de la categoría D tuvieran un índice de mortalidad tanto más alto cuanto superior fuera su aspiración a ser reclasificados en las clases C, B e incluso A. Esto último sucedía raramente, pero tenía el efecto colateral socialmente benéfico de la eugenesia por selección de la especie mediante la “limpieza” de los sujetos menos eficientes.   

En cuanto a la atención robótica al grupo de cobayas humanas, sus ayudantes le explicaron a la Doctora Capreli las enormes ventajas que tenía esta atención mecánica porque los robots no tenían el riesgo de infección de sus circuitos, no les afectaba el cansancio y, sobre todo, su mantenimiento era mucho más barato que el factor humano. El entusiasmo que despertó en la Doctora Capreli verificar, in situ, las enormes ventajas de la atención robótica a los pacientes –o en vano su tesis doctoral versó sobre La aplicación de la inteligencia artificial al diagnóstico urgente de pandemias víricas- no se vio, en un principio, afectado por las caras de tristeza, cuando no de miedo, que mostraban los pacientes ante la falta de atención humana.

Lo que si llamó su atención fue la gran rotación de pacientes que observó pasadas las primeras semanas en las que, a diario, el 10% de las cobayas humanas desaparecían durante el turno de noche para ser sustituidas por nuevos individuos. Lo que no cuadraba con las tasas de mortalidad habituales en las pruebas con mutaciones normales del virus de la gripe común, que eran las que le decían sus ayudantes que hacían los otros departamentos.

CONTINUARÁ …